Vistas de página en total

martes, 16 de agosto de 2011

Regreso al hogar.

Ya han pasado cuatro días desde que logré huir de Palma, por poco no lo cuento, pero ahora estoy en mi faro, segura de nuevo en Cala Rajada, lejos de todas aquellas pesadillas vivientes...
Hace cuatro días, tras encontrar un coche y combustible, decidí huir por la noche de Palma, todo estaba listo, solo debía abrir la puerta con el tele-mando de la puerta automática del garaje, y podría huir por la ciudad fantasma, de vuelta a mi hogar.
Subí al coche, apreté el botón del tele-mando, arranqué el coche, y encendí las luces de cruce del coche, nada más hacerlo, ante mi se descubrió de entre las tinieblas el extraño ser, si, el extraño monstruo mitad humano, mitad deforme estirga, el cual me observaba con ira, acompañado de ocho estirgas, las cuales estaban tras él, y parecían estar nerviosas por la luz cegadora de mi coche, yo sin dudarlo arranqué el coche a toda velocidad, lanzándome por el aparcamiento a toda velocidad, el extraño hombre dio un gruñido agudo, y todas las estirgas que el acompañaron empezaron a perseguirme como lo haría una feroz jauría de perros tras su presa, esos monstruos actuaban como un solo cuerpo, cortándome las salidas, bloqueandome y acorralándome cada vez más y más, de repente una de las estirgas ha saltado sobre mi capo, ha gruñido con fuerza babeando todo mi parabrisas, y preparando su mortal garra para atravesarlo y cogerme, pero yo he sido rápida, y he lanzado los chorros del limpia, el agua le ha dado de lleno, y como si fuera ácido, le ha provocado dolorosas quemaduras, y la ha hecho saltar bien lejos de mi, entonces cogí las bombas de agua que tenía en una mochila y he comenzado a lanzarlas a discrección, las estirgas han gritado con rabia, mientras huían de mi, apartándose de mi camino con dolor, mientras avanzaba con mi coche, confiada en llegar a la salida, por el retrovisor he visto al misterioso hombre estirga, corría a tras de mi , con una velocidad casi igual que a la del coche, saltando entre cascotes y sobre sus siervos como si nada, de su espalda a desenfundado una espada, y se ha preparado a atacarme, mientras me perseguía cada vez más y más cerca, mientras yo desesperada iba a mi única salida, desesperada, he cogido mi fusil de agua, y con una mano he disparado hacia atrás, sin mirar a donde, solo quería tirar agua, el chorro le ha dado de lleno, el monstruo a gritado, frenado su carrera un poco, pero seguía persiguiéndome, estos segundos me han sido suficientes para huir, coger la cuesta que me llevaba a la oscura y vacía Palma, y salir en libertad, nada más cruzaba la estrecha salida del parking, he lanzado en ella mi última bomba de agua, bloqueando la salida.
Después de salir de esa trampa, fui al supermercado donde dejé el carro con mi botín, por suerte no había nada, pero me negaba a irme con las manos vacías, bajo la luz de la luna cargue todo lo que pude, y me lo llevé, conduciendo en silencio, oyendo los cds que había en el coche, musca clásica y triste, la cual bajo la luz de la triste luna llena, me hacían ganas de llorar, al verme rodeada de ese silencio el cual me ahogaba.
Al llegar a mi faro, vi a Brufa, mi perrita me recibió con mucha alegría, la pobre estaba en los huesos, se veía que había pasado mucha hambre, con alegría le di algo de la comida para perros que robé, la cual devoró con ansia.
El resto de días me los he pasado en mi rutina, cuidando a mi perra, pensando en que era ese extraño híbrido entre estirga y humano, y deseando no volver a verlo más, por que tengo clara una cosa, sus intenciones no son nada buenas.

viernes, 12 de agosto de 2011

La ciudad muerta.

Por fin he encontrado una fuente de electricidad, en la comisaria central de Palma todavía mal funciona la instalación eléctrica, y allí he podido he recargar la batería de mi portátil...
Por el día he descansado en las ruinas de la ciudad de Palma, la verdad es que las numerosas estirgas que campan a sus anchas por el día ni me molestan, aprovechan el brillante y caluroso sol de agosto, absorbiendo con ganas toda su energía, disfrutando de ella como si para ellas ese soleado día fuese una barra libre de comida rápida, yo descanso dormitando en alguna esquina toda la mañana, y después me muevo entre las ruinas, yendo por entre las ruinas, entre los lugares más sombríos, siempre atenta a que ninguna estirga me localice, ya que sino sería mujer muerta en segundos, vigilo sobretodo los garajes y sótanos, buscando algún coche que me permita huir de esta ciudad maldita, y hace cosa de tres días, tuve la gran suerte de encontrarme en un sótano, una puerta de un garaje privado cerrada, todo en aquel garaje estaba destrozado, reducido a chatarra por la ira y las garras de las estirgas, solo aquella puerta de chapa, cerrada con una gran candado de metal, estaba intacta, como ajena a toda aquella destrucción, sonreí satisfecha, por fin mis esfuerzos tenían un buen resultado, la puerta estaba cerrada, así que desenfundé mi pistola y rompí la cerradura con dos tiros, el sonido de los disparos no atrajo a ningún enemigo, por suerte, tras retirar los fragmentos del candado, levanté la puerta de liviano metal gris, y vi que allí había un pequeño garaje, en el cual se guardaba un precioso coche de colección, tapado con una lona gris, junto a miles de herramientas, se notaba que el propietario debía adorar ese cochazo de lujo, un Lexus LS, enorme y precioso, por el cual parecía que no había pasado el tiempo, revisé el lugar para buscar las llaves del coche, y estaban allí, satisfecha me subí al coche, pero al arrancarlo se fue toda mi felicidad, al ver que su deposito estaba casi vacío, parecía que otra vez el destino se volvía a reír de mi..., con el combustible que tenía no llegaría ha hacer ni diez kilómetros, mucho menos regresar a mi faro, junto a Brufa..., mi pequeña Brufa, que tanto me añoraría...
No me he rendido, yen estos días he buscado incansable día y noche mi necesaria gasolina, descansando en el garaje, tumbada en el cómodo asiento trasero del Lexus en las horas del atardecer y el alba, cuando las estirgas se mueven, mientras cogía fuerzas en ese asiento, que no es mi cama de Cala Rajada, pero mejor que dormir sobre cascotes mil veces..., también he aprovechado para limpiar un poco el garaje, he retirado de mi camino todos los cascotes y chatarra posible, creando un camino de salida al exterior, por el cual pienso irme de allí, nada más que encuentre mi codiciado combustible, y por fin, tras varios días y noches buscando la encontré, en la comisaria, allí había varios depósitos llenos, guardados en garrafas, además en la comisaria he podido recoger armas de fuego, municiones, y recargar la batería de mi portátil, justo cuando me disponía a salir de la comisaria le he vuelto a ver, a el extraño hombre con miembros de estirga, caminado seguido por ocho estirgas deformes y nerviosas, rápidamente me he escondido, por poco ese extraño ser no me ha visto, estoy segura que sigue mi rastro, y que no debo confiarme en él, se parece más a una estirga que a una persona, y que este rodeado de ellas, poco o ninguna confianza me merece....
Cuando esa cosa y su séquito de monstruos se han ido, he regresado a mi garaje, observando como todavía el sol brilla demasiado alto en el cielo, salir ahora con mi coche por las calles de Palma sería un suicidio, con todo esto lleno de miles de estirgas, así que ahora, tras llenar el deposito de mi nuevo coche, y planear que haré escribo, ojala que todo salga bien, y esta noche descanse en mi casita, en mi faro, junto a mi amada Brufa, la cual tanto me necesita...

lunes, 1 de agosto de 2011

El caminante.

Las sombras del atardecer comienzan a caer, miro por la ventana y veo que las estirgas comenzar a guarecerse en sus cubiles a paso lento, pero hoy no miro por la ventana de mi refugio observando si alguna estirga viene a descansar en mi edificio, hoy observo mirando a ver si lo veo a él, a eso que no sé que nombre ponerle...
Anoche tras reponerme del ataque de las ratas, y de mis ideas de suicidio, me he ido despacio a investigar el edificio en ruinas, ese lugar estaba lleno de escombros y basura, me he colado en alguna de las casa y me he encontrado a estirgas dormitando, en esa especie de extraño sueño que tienen cuando la luz del sol no les da vida, un sueño silencioso, como si fuesen estatuas, las cuales si rozas o tacas reviven violentamente de su letargo, atacando a todo lo que se encuentran en su camino, gritando y despertando con sus alaridos a sus semejantes cercanos, peleando con rabia hasta la muerte.
Tras una hora de búsqueda, encontré un refugio en un piso de una pequeña azotea, no era un sitio bonito, pero tenía una puerta que cerrarse, no había estirgas ni alimañas, y me serviría para reponerme y curarme más a fondo las heridas de las ratas. Me quedé dormida absorta en mis pensamientos, y me despertó la luz del sol, la cual se colaba en la azotea con fuerza, me asomé por la ventana, y vi la plaza del escorxador, que era la misma plaza donde luché contra las ratas, llena de estirgas, las cuales absorbían en silencio la luz del sol, las horas pasaron, y no hubo ninguna novedad hasta que de repente, a eso de las 17 horas oí a las estirgas hacer un ruido muy extraño, era como un ulular, un canto tétrico y escalofriante, me asomé y vi que las estirgas se apartaban a los bordes de la plaza, mientras seguían con ese extraño cántico, entonces le vi, no sé lo que era, desde allí parecía una persona, una persona seguida por un grupo de ocho estirgas, las cuales parecían escoltarle, por lo menos tenía su silueta, un vuelco sacudió mi corazón, por fin otro superviviente, cogí mis prismáticos de mi mochila y vi que esa silueta humana, desde cerca poco de humano tenía, era una estirga, pero una estirga con raros de humano, dos brazos, dos piernas, una cabeza y un tórax, incluso rasgos particulares de humano, como barba, ojos humanos, pero en esa anatomía se veía rasgos aberrantes de estirga, el brazo izquierdo terminaba en vez de mano en garra, su boca era una deforme hilera de dientes, su piel parecía cuero...; el extraño ser caminó hasta el lugar donde yo había cenado, una vez allí miró a la lata de sardinas, y puso un gesto extraño en su rostro, luego dio un par de pasos, se agachó y recogió con su mano derecha el casquillo de una de mis balas, comenzó a olisquearlo, gruñó, y al momento las ocho estirgas que le seguían comenzaron a olfatear el aire nerviosas, buscando seguramente mi rastro, el misterioso hombre se levantó del suelo, y al momento las ocho estirgas se separaron y comenzaron a rastrear la zona, como si fuese sabuesos, durante una hora el hombre estuvo quieto, como las estirgas cuando toman el sol, tras la hora las ocho estirgas regresaron junto a su amo, por suerte no me habían encontrado, luego se fueron, y no les he visto más, sino tenía bastante problemas, ahora tengo esa cosa tras de mi..., ojala pronto me pueda ir de esta maldita ciudad, añoro mi faro y su seguridad.