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domingo, 27 de febrero de 2011

Caminos de lluvia.

Hoy me ha despertado el ruido de la lluvia, he respirado y he olido el inconfundible aroma de la lluvia cuando comienza a mojar la tierra, me he asomado y he visto una fina cortina de lluvia, una suave tormenta que todo lo cubría con un manto gris, el día ideal para dar un paseo.
He cogido mi fusil de agua, y mi revolver, el cual siempre guardo al lado de la foto de mi amado, a fin de cuentas era policía local, y el arma era suya, ojala ese arma hubiera estado con el aquella noche, si, entonces tal vez el estuviera todavía aquí, junto a mi, y no en este faro totalmente sola.
Los días que llovizna no puedo confiarme, en cualquier momento la lluvia puede cesar, y mi vida estaría en peligro, quedándome sola sin la protectora lluvia moriría pronto, mi vida, la cual no creo que le importe a nadie.
He abandonado la seguridad de mi faro, para caminar hasta unos pequeños huertos, que tengo dispersados por algunos terrenos del pueblo, huertos improvisados donde mal planto alguna verdura u hortaliza, la verdad es que no cosecho mucho, pero por lo menos algo de comida obtengo..., como añoro cuando podía ir al supermercado y comprar todo lo que me apeteciese, comida fresca, carne recién fileteada, huevos del día, pasteles..., pero eso ahora son lujos, ahora me siento como una rata, la cual camina entre ruinas, buscando un mendrugo de pan para alimentarse, pero no me voy a engañar, las ratas están mejor que yo, por lo menos no están solas, y tienen más ratas con las cuales convivir, luchar, discutir, ser felices..., yo no tengo nada, soledad, hasta las estirgas hoy parecen haber desaparecido, debe haber tanta humedad en el ambiente que se habrán escondido en los lugares más recónditos posibles.
Mis pequeños huertos estaban bien, la verdad es que desde que las estirgas aparecieron, pocos pájaros y animales se ven, esas cosas han debido matarlos a casi todos, esas alimañas son tan destructivas que arrasan con todo lo que se cruza en su camino.
Después he ido hasta Cala Lliteras, una pequeña y rocosa cala en la cual me gustaba pasear, allí había un pequeño bar, donde me encantaba desayunar, la verdad es que ahora daría lo que fuera por tomar uno de esos desayunos, bajo la luz del sol, notando el sabor de sus dulce confitería, y de sus amargos cafés, mientras tomaba el sol, y cerraba los ojos, dejándome llevar por el ritmo suave de las olas; pero ahora, ese lugar era una ruina, totalmente destrozado, mientras enormes olas de espuma blanca, golpeaban toda aquella cala con violencia, con un rugido el cual parecía desafiar al cielo. Suspiré, buscando en aquel lugar, algo parecido a lo que había en mis recuerdos, pero no quedaba nada; son en esos momentos que envidio a los que han perecido, no tendrán que ver esto, no tendrán que sentir esta enfermiza soledad, no tendrán que cobijarse en recuerdos, y pensar en sueños vacíos, mentiras las cuales me hacen proseguir con mi existencia.
Al anochecer he regresado a mi faro, Brufa me recibió con alegría, miré sus ojos, y desee por una vez solo que una palabra surgiera de sus fauces, aunque solo fuera un hola, tal vez, aun recuerde que se siente al oirlo.

sábado, 19 de febrero de 2011

Tocando bajo la luz de la luna.

La luna llena de esta noche es preciosa, recuerdo que de pequeña le hablaba, y ahora tocó mi guitarra, teniéndola como público junto a las estrellas y a mi fiel perra Brufa,  y bueno, de vez en cuanto a mi gato, le llamo Raspas, pero nunca obedece por su nombre y sólo pasea por el faro, dejándose acariciar cuando se le antoja y desapareciendo a veces incluso semanas, para luego regresar con indiferencia al faro.
            Hoy ha sido otro día rutinario, me he pasado horas escuchando música y terminado de leer mi libro, esperando a que cayera la noche, en el mismo momento que las estirgas comenzaban a marcharse a sus refugios, me he ido a revisar los cepos y lazos que tengo colocados alrededor del faro, y he tenido suerte, habían caído dos liebres, unos animales delgados y llenos de pulgas, pero nutritivos, luego he bajado deprisa hasta el cercano puerto, donde he revisado un par de cañas que tengo para ver si pica algún pez, por suerte habían picado durante el día, el pez se notaba que llevaba muerto algunas horas, y que otros peces habían empezado a comérselo, pero quedaba bastante como para hacer un buen guiso al horno con él, entonces la primera estrella de la noche surgió en el firmamento, ya no tenía nada más que hacer, y allí sólo estaba expuesta a peligros innecesarios, así que he regresado lo más deprisa y silenciosamente posible a mi hogar, guiada por la luz del faro y la luna, las cuales iluminaban mi camino.
La comida que he logrado hoy, junto con la comida que he conseguido en Manacor, hace que tenga la despensa bien llena, ojala que siga así mucho tiempo.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Un buen día.

Hoy me ha despertado lo que es el mejor sonido para mi, desde que la pesadilla comenzó, el sonido de la lluvia, rápidamente miré por la ventana, y si, afuera estaba lloviendo, una buena tormenta, lo cual significaba que hoy las estirgas deberían quedarse en sus cubiles, la oportunidad ideal para mi para poder avituallarme.
            He cogido mis armas, y le permitido a Brufa, mi perra, acompañarme en este viaje, ambas hemos subido a mi todoterreno, y hemos ido a la cercana ciudad de Manacor, durante el viaje no hemos visto a nadie, sólo coches hechos añicos, las estirgas al principio eran muy agresivas, atacaban a todo aquello que olieran o asociaran con los humanos, no en vano, la humanidad entera luchaba contra ellas, pero las estirgas tenían todas las de ganar, ya que ellas estaban dentro de la humanidad, ya que estaban en el interior de todos nosotros, desde el momento de aquella noche, la noche de la muerte, ellas ya habían ganado.
            Siempre que conduzco me pongo a pensar en el pasado, pero sé que no es el momento de hacerlo, es el momento de luchar por la vida, he dejado mi coche en el centro de Manacor, ya que las carreteras secundarias son intransitables, llenas de ruinas y basura; he caminado junto con mi fiel doberman bajo la lluvia, en busca de alguna tienda que no haya saqueado todavía, mientras que yo y mi perra somos acechadas desde los edificios cercanos por las estirgas, las cuales nos observan con mirada ansiosa, gruñendo leves murmullos agudos, como si tramaran entre ellas algo, uno de esos monstruos estiró temerosa su zarpa hacia nosotros, pero al tocar el agua, su mano deforme comenzó a quemarse, como si tocara ácido, así que la retiró rápidamente mientras daba alaridos secos de dolor, esa estirga debía tener muchas ganas de devorarlas si había hecho semejante locura, y era normal, las estirgas no dudaban en morder y absorberle toda la energía a todo ser vivo que se les cruzase en su camino, si, esas cosas se alimentan de nuestra electricidad, eso decían los científicos, pero según algunos otros científicos afirmaban que comían nuestras almas, y eso creo yo, esos monstruos te devoran el alma, arracándotela con la muerte.
            Por fin llegamos a nuestro objetivo, un gran supermercado del centro, en la puerta principal del supermercado había tres estirgas las cuales me miraban desafiantes desde la entrada, las apunté con mi fusil de agua y les disparé un potente chorro de agua, la carne y piel de las tres estirgas comenzó a disolverse y caerse de sus huesos, mientras gritaban dolorosamente, y corrían a esconderse al seco interior de la tienda.
            La entrada estaba limpia, caminé hasta ella, hasta que Brufa comenzó a gruñir, entonces vi desde allí que en el interior de la tienda había unas cinco estirgas más, las cuales me miraban con ansia y rabia, esperando a que entrara al seco interior, entonces fue cuando saqué de mi mochila las “bolas locas”, un juguete infantil, el cual es como una granada de agua, tiré tres de ellas al interior, las estirgas ni se movieron, les preocupaba más mi fusil, que esas bolas de plástico verde, pero de repente los juguetes explotaron como granadas, lanzando agua a todos los lados, las estirgas gritaron y huyeron a protegerse lo más lejos posible del agua que ahora todo lo salpicaba, mientras profundas quemaduras derretían sus monstruosos cuerpos.
            Entramos en la tienda, cuya entrada estaba mojada con una fina capa de agua por las bombas de agua, lo suficiente para hacerla segura, además Brufa, la cual se secó quitándose el agua con violencia, y haciendo una nube de agua, lo cual está bien, toda ayuda es poca; despacio recogí mis “bolas locas” y las cargué con más globos de agua, las lancé de nuevo al azar por encima de los estantes, las granadas explotaron dejando los pasillos mojados con una fina capa de agua, esta vez sólo hubo silencio, ya que el agua no había rozado ninguna de esas cosas; pasé por los pasillos buscando comida, abriéndome camino mojandolo todo con una de esas “bolas locas” o un chorro de mi fusil de agua, pero no había ninguna de esas cosas, todas debían haberse ido o tal vez estaban demasiado bien escondidas; la mayor parte de los alimentos estaban podridos, pero muchas de aquellas latas todavía me servirían como alimento, sin hablar de champús, papel higiénico y un largo etcétera de productos que iba cargando en mi carrito, mientras Brufa estaba a mi lado, siempre vigilante.
            Tras coger todo lo que pude, salí del supermercado y tapé mi pequeño botín con una lona para que no se mojara, pero la lluvia ahora era un débil aguacero, debía darme prisa o pronto no habría charcos que les protegieran.
            Caminé llevando mi carrito cerca del coche, intentando ignorar a las cada vez más numerosas estirgas, las cuales nos miraban con rabia desafiante desde las ventanas y portales, sabían que pronto dejaría de llover, sabían que no faltaba mucho para que pudieran ser libres de nuevo, pero yo no estaría allí.
            Subí todo mi botín a mi todoterreno, y conduje deprisa de vuelta a mi hogar, la lluvia cada vez era más fina, por lo menos las praderas de hierba que rodeaba la carretera, guardarían el agua seguramente durante uno o dos días, haciendo que fueran un lugar impisable para una estirga, pero la carretera era diferente, la negra brea se secaría con los primeros rayos de sol.
            Conduje hasta la puerta del faro, conduciendo por la empinada carretera llena de curvas, de normal no lo hago, ya que tengo miedo que el ruido del motor atraiga a más estirgas a mi faro, no deseo tentar a la suerte.
            Tras dejarlo todo, he vuelto a colocar mi coche en su seguro garaje, y he subido de nuevo hasta mi faro, en el camino he mirado la hora, ya que había demasiada oscuridad, es la hora del ocaso, aunque no pueda verlo por las grises nubes, nada ya debo temer, las estirgas no saldrán después de un día de lluvia, aún así prefiero quedarme en mi faro, segura, organizando mis víveres, ahora ha dejado de llover, miro el reloj, son las 3:00 de la mañana, me he pasado escribiendo un buen rato, mientras oía música, con la compañía de mis mascotas, mirando de reojo de vez en vez la foto de mi amado, es hora de dormir, estoy muy cansada, ojala mañana vuelva a llover mañana.

lunes, 14 de febrero de 2011

Nostalgia.

Otra vez me he despertado sola, mirando el otro lado de mi cama, el cual está totalmente vacío, he pasado mi mano por esa sabana, notando su frío el cual congelaba mi alma y mi corazón, he suspirado, mientras pensaba que ya olvidaba el notar un tacto caliente a mi lado, una sonrisa buscando mi mirada, alguien que te observara al despertarte, con pena me he levantado, y he vuelto a mi realidad, mi solitaria realidad.
             Durante el día hoy limpiado un poco mi hogar, y leyendo un libro de Arturo Pérez Reverte mientras escuchaba música triste, esperando al ocaso, en ese momento las estirgas comenzaron a retirarse lentamente a sus guaridas; al caer el sol yo salí del faro, pasando a través de mis aspersores, notando como una suave lluvia me mojaba débilmente con agua marina, al atravesar mis defensas notaba que entraba en otro mundo, un mundo peligroso, armada con sólo con un revolver y un fusil de agua, cargado de agua marina, caminando sola bajo las luces tristes y rojizas del crepúsculo, mientras bajaba la empinada carretera que lleva al faro, miraba de reojo a las últimas estirgas rezagadas, las cuales me ignoran como siempre, mientras caminan entre los pinos que rodean el bosque como almas errantes.
            Al final del empinado camino que lleva al faro, hay una pequeña mansión y en su cochera, guardado bajo llave tengo un todoterreno escondido, un vehículo grande y fuerte, el cual puedo emplear para hacer grandes distancias, y que me da seguridad por si alguna estirga intentara atacarme.
            Subí a mi coche, y conduje sin problemas, las calles están vacías, las estirgas han destruido todo a su camino, por el día son seres agresivos, al parecer es como si fueran reptiles de sangre fría, y el calor del sol les diera energía y rabia, pero ahora las estigas estaban calmadas, y sólo miraban de reojo, ocultos desde esquinas y ventanas rotas, mirando con impotencia a su coche el cual se alejaba veloz.
            Generalmente sólo salgo a buscar comida, armas, equipamiento o combustible, pero hoy es especial, hoy no busco nada, hoy busco a alguien, a la única persona con la que puedo hablar y más en este día.
            En pocos minutos llegué al cementerio de mi pueblo, aparqué en la entrada y desde mi seguro vehículo comprobé entre las tenebrosas luces del ocaso que no había ninguna estirga cerca, aún así no debía confiarme, bajé empuñando mi fusil de agua, dispuesto a disparar contra cualquiera de esas cosas, y vaciarle todo el agua del cargador encima, si se cruzaban en mi camino.
            En silencio entré en el cementerio, y caminé por el desolado campo santo, hasta la tumba número 72, una vez allí miré la gris tumba, en la cual se leía "Fernando Pérez Pastor, todos te añoramos", acompañado de una foto suya en blanco y negro, pegado sobre el frío mármol blanco, pequeñas hojas de poemas de amor que yo misma he escrito, los cuales están ilegibles por la lluvia o arrancados por el viento; he colocado mi mano sobre su imagen, y el tacto gélido del mármol han hecho que me den escalofríos, mientras pensaba que no podía estar más cerca de él, como lo estaba ahora mismo.
            -Cariño, te añoro, eres lo que más amo, me paso el día pensando en que decirte, y ahora no sé de que hablarte, te amo, eres lo que más añoro lo que más necesito en este mundo vacío, y tu recuerdo lo único que me da luz en este mundo".
            La respuesta de mi amado, su silencio, aun así sonreí, ese era mi hombre, el único que he amado con toda mi alma y corazón, encendí una vela y la coloqué en su tumba tras darle un beso.
            -Feliz San Valentín, te amo.
            Tras pegar sobre su lápida una pequeña hoja con un poema de amor, me fui despacio del cementerio, subí a mi coche, y circulé de nuevo entre las calles cada vez más oscuras de mi pueblo, para dejar de nuevo el coche en su garaje y después regresar a mi faro, pasando entre la nube de agua marina, esa cortina la cual separa mi mundo del de esas cosas..., siendo recibido por mi alegre perro, el único ser vivo que es feliz al verme de nuevo, luego con paso triste he ido a mi cuarto, y allí he llorado mirando la foto de mi amor, he llorado y llorado hasta quedarme agotada, y quedarme dormida, mientras mis lágrimas empapaban mi almohada y mi alma, ese es mi san Valentin.

            

domingo, 13 de febrero de 2011

Rutina.

Hoy me he levantado tarde, como casi todos los días desde que comenzó toda esta maldita pesadilla, es raro el día que me levanto antes del mediodía, pero tampoco tengo ningún motivo para hacerlo antes, las estirgas son criaturas diurnas, nada más que el sol sale por el este, esos monstruos se arrastran de sus angostas guaridas, para luego ir caminando despacio, buscando lugares soleados, y allí quedarse todo el día quieto, mirando el sol, y girándose mientras el sol se desplaza por el cielo, como si fueran unos girasoles infernales y deformes, para cuando comenzaba a ocultarse el sol en el oeste, regresar a paso lento a sus cubiles, en los cuales pasaban toda la noche.
            Miré por la ventana de mi pequeño dormitorio, y allí estaban esas criaturas, distribuidas como estatuas alrededor del faro, y pensar que aquellos seres fueron humanos, pero ahora poco quedaba de humano en ellos, en esos monstruos inhumanos que se mezclaban extremidades de bestia e insecto, el que hoy estaba más cerca de mi faro, era un monstruo de casi dos metros, con piel verdosa, garras como de oso, en su cara se mezclaban sin orden rasgos de gato, lobo, humano y cerdo, y una espalda cubierta de escamas ásperas, como si fuera una serpiente mudando su piel; inmóvil miraba al mar, al azulado y soleado horizonte; cerca de esa estirga había tres más, las cuales miraban al mismo lado, todas ellas de forma diferente, todas ellas eran como puzzles creados por un loco, que hubiese forzado a entrar unas piezas con otras sin orden ni sentido, pero lo que me importaba no era ver a esos monstruos, ellos siempre estaban allí, lo importante era comprobar que los dispersores de agua seguían funcionando,  las estirgas no soportaban el contacto con el agua, una gota de agua era capaz de quemarles la piel como ácido, el agua era lo único capaz de acabar con esas cosas, o por lo menos de asustarlas y tenerlas lejos de mi hogar, alrededor del faro tengo colocados varios dispersores de agua, los cuales lanzan chorros de agua marina, que forman pequeñas nubes de agua las cuales mantienen alejadas a esas cosas, mientras forman pequeños y radiantes arco iris; por suerte para mi, el faro tenía como una especie de sistema por el cual, el farero tenía en su hogar un grifo del que brotaba agua de mar, supongo que ese grifo debía ser usado en otros tiempos, donde el agua potable era un bien escaso para el farero.
            Paso el día con calma, escuchando música, y cuidando a mi perro y a mi gato, mi única compañía, por el día no puedo hacer nada, o sería presa fácil de esas cosas, así que paso las horas escuchando música y leyendo, simplemente siendo una prisionera, pero cuando comienza a caer el alba, esas criaturas se van, se marchan a sus cubiles caminando despacio, como si en cada paso se les fuera toda la energía, en esas horas es cuando puedo salir de mi faro, para buscar comida, pero hoy no he salido, me he quedado descansando en mi hogar, viendo como las estrellas comenzaban a salir en el firmamento, mañana es un día muy importante.




viernes, 11 de febrero de 2011

Llamando en la oscuridad.

Todo es vacío a mi alrededor, no hay nada en la penumbra de este cuarto, sólo yo y la pantalla mate de este ordenador, ojala hubiera una brizna de viento, la cual pudiera hacer que oyese alguna rama u hoja moverse, ojala hubiera alguna ola que rompiera este pesado silencio, pero no, no lo hay, estoy sola, totalmente sola en este cuarto en mi mundo; tal vez por esto haya comenzado a escribir este blog, desde hace ya muchos años no he visto a ninguna persona, y no creo que haya nadie pueda leer este blog, pero no debo perder la esperanza, si yo he sobrevivido a toda esta pesadilla, ¿por qué no puede haber más supervivientes?, esa es mi única esperanza, lo único que hace que no tome la decisión de salir de este faro, para saltar desde el cercano precipicio y arrojarme a la muerte, a las profundidades de esas aguas negras que lo rodean casi completamente, para morir rápidamente ahogada; pero entonces recapacito, y pienso que así moriré sola, y me niego a eso, ya le he dado demasiados años de mi vida a la soledad, como para darle también mi último aliento, me niego, si he de morir prefiero hacerlo acompañada, aunque sea por un enemigo, si, por esos monstruos, seguro que habría alguno de ellos ahora mismo rondando cerca de su faro, caminando despacio, o mirando a la luna, como lo haría un poeta perdido, sucios monstruos, pero por lo menos moriría luchando contra alguna de esas estirgas, con honor, aunque poco honor haya en rendirse, en ir a buscar la muerte inútil, porque la soledad me haya vencido, no moriría sola, moriría por el veneno de la soledad, y eso es algo a lo que también me niego.
            No queda nadie, todos han sido asesinados por las estirgas, pero Internet sigue funcionando, malamente, pero continua funcionando, supongo que los servidores debían poseer sistemas eléctricos de emergencia, como el faro en que estoy guarecida, el cual posee un sistema de placas solares, el cual me garantiza un buen suministro eléctrico, por lo menos no ha fallado en todos estos años ni una sola vez, y todas las noches el faro ha seguido dando su luz, iluminando en medio de la nada, rasgando con su rayo de luz las sombras de la noche; yo no hago nada, el sistema esta totalmente informatizado, y tiene unos sensores de iluminación diurna, cuando la noche cae, el faro se enciende por si solo, y al alba se apaga igualmente; ahora que lo pienso, tal vez por eso vine a esconderme aquí de las estirgas, para ver si algún superviviente encontraba la luz de mi faro, y así me encontraba a mi, tal vez por eso todavía estoy aquí ahora, delante de esta pantalla, escribiendo y buscando algún superviviente, por favor, dadme una señal, no deseo morir sola y mucho menos vivir sola, aquí os paso las coordenadas de mi posición, de mi faro, 39º 42' N 03º 28' E, venid, o tan solo dadme una señal de vida, os lo suplico, ahora estoy llorando, casi ni veo lo que escribo en la pantalla, será mejor que me vaya a dormir, las lágrimas y la pena es un lujo que no me puedo permitir, todos los días he de luchar, seguir peleando sola, pero tengo esperanza, ojala que todo esto sirva para algo.