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viernes, 29 de julio de 2011

El infierno.

La he cagado..., si, la he cagado, no sé si saldré de esta, Dios mio, nunca creí que la pudiera jorobar tanto en mi vida, pero sí, lo he hecho..., y ahora me veo totalmente rodeada de estirgas, las cuales están gritando enloquecidas ahí fuera, buscándome, listas para matarme, mientras me escondo en esta maldita casa en ruinas, deseando que el ocaso llegue cuando antes..., los minutos pasan como siglos, y para alejar mi mente de todo esto he comenzado a escribir, no sé si esto es el fin, pero tal vez lo sea...., suspiro y recapacito sobre que escribir, tengo que alejar mi mente de aquí no hay otra manera, no, o mi frágil cordura se romperá en millones de añicos como si fuese un plato de porcelana contra el suelo.
Recuerdo la pasada noche, como estaba en mi seguro faro, meditando bajo la confortable tormenta de verano, pensando en irme a Palma, sí, parecía que todo iba a ser tan fácil, llegaría a Palma, y me encontraría una ciudad llena de vivires y de tal vez supervivientes como yo, los cuales me darían cobijo, alimento y una nueva vida sin soledad..., aquella noche mientras dormía en mi cama, os juro que soñé con eso, con que la ciudad de Palma había resistido el ataque de las estirgas, que era un lugar precioso, una ciudad brillante y hermosa, la cual parecía que por arte de magia se había mantenido al margen de toda esa locura en la cual había caído el resto del mundo, un sueño, si, un hermoso sueño. Al levantarme a la mañana siguiente, escuché el sonido de la lluvia, la tormenta había durado toda la noche, y continuaba durante el día con la misma energía, así que me confié, total, me había pasado toda la noche tramando lo que debía hacer, recogí todo mi equipo bajo la mirada atenta y triste de Brufa, la cual ahora imagino que intuía todo lo que iba a sucederme, le deje comida y agua para una semana, y me marché de mi faro, acompañada hasta la verja por mi amiga, cerré la puerta de entrada al faro, y caminé mientras me despedía de Brufa con la mano prometiendole que pronto volvería, ahora que lo recuerdo, que inocente y confiada he sido..., como si nada pudiera salir mal, como si fuera un plan perfecto, yo que nunca he sido optimista para nada, y cuando por primera vez lo soy, ese optimismo me costará la vida...
Me subí al coche, y conduje bajo la lluvia, tenía el deposito lleno de gasolina, así que no habría ningún problema para recorrer los ochenta largos kilómetros que me separaban de Palma, el camino fue monótono hasta Manacor, esa carretera la tengo ya muy conocida, pero cuando llegué a la rotonda que lleva hacia el centro de Manacor, y la que desvía hacia las afueras, dirección Palma, noté un vuelco en mi corazón, era la primera vez en años que me salía de ese camino, suspiré, y cogí la carretera hacia Palma, esa carretera la cual yo ya tenía olvidada, una carretera vacía y gris, la cual estaba deteriorada por la imparable fuerza de la naturaleza, la cual había roto la brea, y conquistado poco a poco terreno a la carretera, conduje hasta Palma, en mi camino me encontré solo amargos recuerdos, solo había a mi alrededor vacíos, donde antes había casas, ahora solo había cascotes; donde antes había carteles ahora solo astillas, donde antes había un pueblo, ahora solo ruinas; mientras notaba como una voz en mi interior me decía que no siguiera, que debía regresar, que aquello era una locura, ojala la hubiera escuchado...
Llegue a Palma, y allí no había ninguna ciudad fantástica, solo había edificios derruidos, vestigios de aquella ciudad, la cual presumía con el galardón de ser la más grande de la isla, la cual ahora bajo la lluvia, parecía una decrepita montaña decadente de cascotes y miseria; nada parecía poder haber allí, pero yo sabía que allí se escondían tiendas y cosas utiles, si, tanto tiempo rebuscando en la basura me había desarrollado un sexto sentido para ello, conduje por via cintura, la autovia que rodea la ciudad, llegando hasta donde yo deseaba en pocos minutos, al carrefour que hay en la salida a Valldemossa, una gran superficie que tenía de todo, deje el coche en el vacio e inmenso parking, bajé del coche protegida por la lluvia, y caminé decidida hasta la puerta principal del gran supermercado, al acercarme los vi, aquel lugar estaba lleno de estirgas, esos grotescos monstruos me miraban con rabia desde la puerta, gruñendo, e intentando como desafiarme a que entrara al interior del supermercado, ese lugar seguro para esas cosas, las cuales estaban muy ansiosas ante mi sola presencia, intentando salir a atacarme, pero frenadas por la corrosiva lluvia que todo lo envolvía fuera de ese santuario para ellos, yo les apunté con el fusil de agua, y esas cosas ni se inmutaron, sonreí con crueldad y disparé contra ellas un chorro de agua, las estirgas enloquecieron de dolor, mientras saltaban por todos lados confusas, de repente pasó algo inesperado, una de ellas dio un zarpazo arrancando de cuajo de la pared, un pivote rojo, al hacerlo el sistema anti-incendios se activo, y todos los dispersores de agua del supermercado se activaron a la vez, haciendo el seguro refugio de estirgas, una verdadera trampa mortal, en la cual no podían estar, ni tampoco salir, algunas de las estirgas comenzaron a huir bajo la lluvia, derritiéndose bajo el tacto del agua a paso, muriéndose enseguida en un charco deforme y repugnante, otras buscaron refugio en el interior, bajo alguna mesa o inesperado refugio, pero había tan pocos refugios para tantas estirgas, que entre ellas comenzaron a atacarse, matándose unas a otras a zarpazos y mordiscos, mientras luchaban bajo la corrosiva agua, buscando sobrevivir desesperadamente. Cuando todo se hubo calmado entre en el interior del gran supermercado, confiada por la protección de los dispersores de agua del techo, cogí un carrito, y comencé a avituallarme en las estanterías del supermercado, el cual no había sido pisado por un cliente en muchos años, pude coger, pasta, arroz, vino, etc, algo de calzado y ropa y material útil para mi casa, como herramientas y objetos tales como bombillas y baterías, bajo la atenta mirada de las estirgas supervivientes que me acechaban desde los escasos refugios que el supermercado ofrecía al agua, tras veinte minutos por el supermercado, ya había cogido todo lo que podía necesitar, así que me marché, pero me esperaba una terrible sorpresa mi regreso, algo que no había podido esperar; al regresar a mi coche vi que dentro de él había una estirga, una de esas malditas bestias se había metido en el atravesando al luna del coche, y ahora se estaba entreteniendo arrancando con violencia el volante del todo-terreno, para luego lanzarlo fuera del coche, yo me quedé aterrada, los ojos deformes de esa cosa se cruzaron con los míos, mientras que noté como todo el mundo se caía a mis pies, grité con rabia, y sin dudarlo disparé mi fusil de agua contra ese maldito intruso, la corpulenta estirga gruñó con rabia, mientras que el potente chorro de agua de mi fusil le atravesaba el pecho, confusa y dolorida se avalanzó contra mi, pero la lluvia de fuera la mojó con fuerza, el dolor la hizo dudar, confusa buscó donde huir, pero era tarde, cayó al suelo, convirtiéndose rápidamente en un charco de putrefacta materia purulenta. Había derrotado a la estirga, pero ella había destruido mi única forma de huir de allí, estaba condenada a quedarme en Palma, atrapada y sin salida, entonces fue cuando lo noté, la lluvia comenzaba a amainar, tragué saliva, recogí del coche y de mi carrito lo más importante para sobrevivir y me fuí de allí lo antes posible, busqué un lugar donde esconderme entre las casas cercanas, bueno entre esas ruinas llenas de estirgas, las cuales estaban en todos los malditos lados, por fin encontré un lugar donde guarecerme, este desde el cual escribo ahora, una sucia habitación de una casa ruinosa, la lluvia cedió, y el sol comenzó a brillar con fuerza, secando todo el agua en apenas una hora, entonces fue cuando todo se complicó, las estirgas supervivientes del carrefour, surgieron del gran supermercado, totalmente enloquecidas de rencor y venganza, aullaban con todas sus fuerzas, un aullido endemoniado, respondido por todas las demás estirgas, que acudieron hacia ellas, de repente grupos de centenares de estirgas empezaron a recorrer la zona, buscándome, cegadas por la venganza, por suerte he cubierto mi rastro con lejía, y donde me escondo es un lugar por el cual hay muchos charcos, que hacen que esas cosas se lo piensen antes de venir hasta aquí, he pasado la noche aquí, durmiendo rodeada por esas cosas, no me he atrevido a salir de aquí, sabía que esas cosas dormían, pero estaba agotada, además no me fiaba y tampoco tenía a donde ir, necesitaba ordenar mis pensamientos, y por la noche he podido descansar algo.
Al amanecer, las estirgas seguían deambulando por la zona, pero ya eran muchas menos, y además estaban más tranquilas, como si hubieran olvidado lo de ayer, solo quedaba como una docena de estirgas, que seguían aullando, mientras sus compañeras parecían no hacerles caso, aunque estaban vigilantes y alertas.
Dentro de unas horas la noche caerá, entonces tal vez intente huir, tengo un plan, ojala que funcione.

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