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miércoles, 16 de febrero de 2011

Un buen día.

Hoy me ha despertado lo que es el mejor sonido para mi, desde que la pesadilla comenzó, el sonido de la lluvia, rápidamente miré por la ventana, y si, afuera estaba lloviendo, una buena tormenta, lo cual significaba que hoy las estirgas deberían quedarse en sus cubiles, la oportunidad ideal para mi para poder avituallarme.
            He cogido mis armas, y le permitido a Brufa, mi perra, acompañarme en este viaje, ambas hemos subido a mi todoterreno, y hemos ido a la cercana ciudad de Manacor, durante el viaje no hemos visto a nadie, sólo coches hechos añicos, las estirgas al principio eran muy agresivas, atacaban a todo aquello que olieran o asociaran con los humanos, no en vano, la humanidad entera luchaba contra ellas, pero las estirgas tenían todas las de ganar, ya que ellas estaban dentro de la humanidad, ya que estaban en el interior de todos nosotros, desde el momento de aquella noche, la noche de la muerte, ellas ya habían ganado.
            Siempre que conduzco me pongo a pensar en el pasado, pero sé que no es el momento de hacerlo, es el momento de luchar por la vida, he dejado mi coche en el centro de Manacor, ya que las carreteras secundarias son intransitables, llenas de ruinas y basura; he caminado junto con mi fiel doberman bajo la lluvia, en busca de alguna tienda que no haya saqueado todavía, mientras que yo y mi perra somos acechadas desde los edificios cercanos por las estirgas, las cuales nos observan con mirada ansiosa, gruñendo leves murmullos agudos, como si tramaran entre ellas algo, uno de esos monstruos estiró temerosa su zarpa hacia nosotros, pero al tocar el agua, su mano deforme comenzó a quemarse, como si tocara ácido, así que la retiró rápidamente mientras daba alaridos secos de dolor, esa estirga debía tener muchas ganas de devorarlas si había hecho semejante locura, y era normal, las estirgas no dudaban en morder y absorberle toda la energía a todo ser vivo que se les cruzase en su camino, si, esas cosas se alimentan de nuestra electricidad, eso decían los científicos, pero según algunos otros científicos afirmaban que comían nuestras almas, y eso creo yo, esos monstruos te devoran el alma, arracándotela con la muerte.
            Por fin llegamos a nuestro objetivo, un gran supermercado del centro, en la puerta principal del supermercado había tres estirgas las cuales me miraban desafiantes desde la entrada, las apunté con mi fusil de agua y les disparé un potente chorro de agua, la carne y piel de las tres estirgas comenzó a disolverse y caerse de sus huesos, mientras gritaban dolorosamente, y corrían a esconderse al seco interior de la tienda.
            La entrada estaba limpia, caminé hasta ella, hasta que Brufa comenzó a gruñir, entonces vi desde allí que en el interior de la tienda había unas cinco estirgas más, las cuales me miraban con ansia y rabia, esperando a que entrara al seco interior, entonces fue cuando saqué de mi mochila las “bolas locas”, un juguete infantil, el cual es como una granada de agua, tiré tres de ellas al interior, las estirgas ni se movieron, les preocupaba más mi fusil, que esas bolas de plástico verde, pero de repente los juguetes explotaron como granadas, lanzando agua a todos los lados, las estirgas gritaron y huyeron a protegerse lo más lejos posible del agua que ahora todo lo salpicaba, mientras profundas quemaduras derretían sus monstruosos cuerpos.
            Entramos en la tienda, cuya entrada estaba mojada con una fina capa de agua por las bombas de agua, lo suficiente para hacerla segura, además Brufa, la cual se secó quitándose el agua con violencia, y haciendo una nube de agua, lo cual está bien, toda ayuda es poca; despacio recogí mis “bolas locas” y las cargué con más globos de agua, las lancé de nuevo al azar por encima de los estantes, las granadas explotaron dejando los pasillos mojados con una fina capa de agua, esta vez sólo hubo silencio, ya que el agua no había rozado ninguna de esas cosas; pasé por los pasillos buscando comida, abriéndome camino mojandolo todo con una de esas “bolas locas” o un chorro de mi fusil de agua, pero no había ninguna de esas cosas, todas debían haberse ido o tal vez estaban demasiado bien escondidas; la mayor parte de los alimentos estaban podridos, pero muchas de aquellas latas todavía me servirían como alimento, sin hablar de champús, papel higiénico y un largo etcétera de productos que iba cargando en mi carrito, mientras Brufa estaba a mi lado, siempre vigilante.
            Tras coger todo lo que pude, salí del supermercado y tapé mi pequeño botín con una lona para que no se mojara, pero la lluvia ahora era un débil aguacero, debía darme prisa o pronto no habría charcos que les protegieran.
            Caminé llevando mi carrito cerca del coche, intentando ignorar a las cada vez más numerosas estirgas, las cuales nos miraban con rabia desafiante desde las ventanas y portales, sabían que pronto dejaría de llover, sabían que no faltaba mucho para que pudieran ser libres de nuevo, pero yo no estaría allí.
            Subí todo mi botín a mi todoterreno, y conduje deprisa de vuelta a mi hogar, la lluvia cada vez era más fina, por lo menos las praderas de hierba que rodeaba la carretera, guardarían el agua seguramente durante uno o dos días, haciendo que fueran un lugar impisable para una estirga, pero la carretera era diferente, la negra brea se secaría con los primeros rayos de sol.
            Conduje hasta la puerta del faro, conduciendo por la empinada carretera llena de curvas, de normal no lo hago, ya que tengo miedo que el ruido del motor atraiga a más estirgas a mi faro, no deseo tentar a la suerte.
            Tras dejarlo todo, he vuelto a colocar mi coche en su seguro garaje, y he subido de nuevo hasta mi faro, en el camino he mirado la hora, ya que había demasiada oscuridad, es la hora del ocaso, aunque no pueda verlo por las grises nubes, nada ya debo temer, las estirgas no saldrán después de un día de lluvia, aún así prefiero quedarme en mi faro, segura, organizando mis víveres, ahora ha dejado de llover, miro el reloj, son las 3:00 de la mañana, me he pasado escribiendo un buen rato, mientras oía música, con la compañía de mis mascotas, mirando de reojo de vez en vez la foto de mi amado, es hora de dormir, estoy muy cansada, ojala mañana vuelva a llover mañana.

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