Vistas de página en total

domingo, 27 de marzo de 2011

La manada perdida.

Hay días que no son para repetir, y no tengo dudas de que este ha sido uno de ellos; ¿pMi cuentaor donde empezar?, tal vez empezaré por Brufa, mi doberman está mucho mejor, es una perra muy fuerte, y la infección parece estar cediendo, todavía sigue demasiado débil como para poder caminar, pero por lo menos mientras esta despierta, no gime de dolor; yo ya estoy casi totalmente recuperada de mis heridas, y me he pasado todo el día en mi aburrida rutina casera, escuchando música y ordenando mi hogar, aunque alguna que otra vez, subo arriba del faro, y con mi fusil de vista telescópica, busco a ese maldito mastín, pero no lo encuentro, solo veo estirgas, las cuales están al sol, dándose con calma sus reponedores baños solares, tengo la tentación de dispararles, desde allí podría acertarles con un preciso disparo en sus deformes cabezas o corazones, pero soy consciente de que eso sería desperdiciar munición, por muy preciso que fuese mi disparo, no lograría acabar con ellas a tiros...
Al atardecer, las estirgas se han retirado a sus cubiles, con su paso lento y torpe, cuando me he sentido segura he salido de mi guarida, cargada con mi fusil de agua y mi pistola, he sumido la pequeña cuesta con tranquilidad, pensando en que cebos debería ir a visitar, cuando de repente, de entre unos espesos arbustos, el mastín a aparecido, emergiendo de su escondite con furia, mientras lanzaba rabiosos gruñidos, asustada he comenzado a correr cuesta abajo, sintiendo como ese perro me perseguía con sus fauces listas para atacarme, he intentado disparar mientras corría desesperada, pero de reojo no podía verlo, el tiro a volado hacia la nada, dejando solo un sonoro estruendo, el cual deseaba que pudiera asustarlo, pero no era así, parecía darle nuevas fuerzas a mi oponente, he corrido atravesando la fina lluvia de los dispersores, notando como el aliento cálido y corrupto de ese mastín estaba en mi pierna derecha, noté como dio una dentellada al aire, la cual por suerte logré esquivar, o por que el mastín resbaló un poco en el suelo mojado, no lo sé, sólo se que tuve suerte, muchísima suerte, rápidamente abrí la puerta del faro, y me oculté tras ella, justo a tiempo para ver como ese perro cargaba contra mi verja con todo su peso, haciéndola temblar con energía, yo retrocedí dando un débil grito, mientras veía como aquel terrible y sucio mastín mordía con energía los barrotes de la verja, los cuales rechinaban, como quejándose bajo sus afilados colmillos.
Fue entonces cuando me percaté, y cuando me di cuenta que ese mastín estaba muy delgado, parecía que era solo piel, huesos y ojos, todo cubierto de heridas infectadas, y aquellos ojos, eran ojos llenos de dolor y pena, lo sé muy bien, así son mis ojos cada vez que los miro en un espejo.
Me acerqué al perro, con la pistola desenfundada, el mastín no huía, sabía que aquello era una pistola, que estaba indefenso a su disparo, pero el proseguía, es más a cada paso que yo daba, mordía con menos y menos fuerza, como si no fuese capaz de mantener por mucho más tiempo la mentira de su fiereza, mientras que bajo la luz del ocaso observaba su demacrado aspecto, seguro que ese mastín tuvo que ser de juventud un perro temible, un lider de una gran manada, pero ahora, no era nada más que un perro viejo, muerto de hambre, corrompido por heridas y enfermedades, y sobretodo solo, yo le había matado a su amigo, a su compañero, ahora no tenía a nadie, solo me tenía a mi, para robarme mi comida, para temerme, para darle muerte..., si estaba segura que venía para eso, para que acabara con él, coloqué el cañón de mi arma en su frente, y el enorme mastín se quedó totalmente quieto, me miró a los ojos con pena, mi mano estaba al alcance de sus fauces, pero no se movía, es más, por la expresión de su rostro, creo que recordaba, si estoy seguro que recordaba su mejor recuerdo, su mente no estaba allí, en medio de todo aquel dolor; yo apreté lentamente el gatillo con lágrimas en los ojos, mientras aquel enorme mastín me dedicaba su última mirada, una mirada de felicidad y de calma, un disparo resonó por todo el faro, el mastín calló muerto su esquelético cuerpo se derrumbó, expirando sin dolor.
Luego recogí su cuerpo envolviéndolo en una sabana, el mastín estaba tan demacrado que casi no pesaba, y lo lancé al mar, junto unas pequeñas flores salvajes, y una improvisada plegaria de mis labios, y en el fondo he sentido envidia de ese perro, ya que no ha muerto solo, no como yo, que moriré sola, sin unas flores en mi lecho, sin una plegaria, sin nadie que me añore...

No hay comentarios:

Publicar un comentario